De ricos y riquezas.
“Cristo llamó inicuas a las riquezas porque en su tiempo en el Oriente no había ninguna gran fortuna ganada con honradez, sino con iniquidades; y en nuestro tiempo tampoco. Un hombre que tiene 1.200 millones de dólares, ó 200 millones (o un millón si vamos a eso) no los ha ganado con su trabajo, por importante que su trabajo pueda haber sido: los ha ganado o malganado estafando o explotando el trabajo ajeno; y si él no, sus padres o sus abuelos. Cuántos hay que por dejar una fortuna a sus hijos —y a veces ni siquiera a los hijos sino al Estado, que hoy día arrebatiña las herencias— se van por la posta al Infierno; porque el que tiene dinero malganado tiene que restituir; y como a veces no sabemos seguro si el dinero que tenemos nos corresponde en justicia (la sangre del pobre) con dar limosna al pobre nos ponemos en lo seguro. Buen negocio, dijo Cristo. Si esto es así, entonces lo mejor es no tener dinero —dijeron los Apóstoles. Verdad es eso —dijo Cristo— pero eso no es posible a todos. Algunos tienen que tener dinero (incluso mucho dinero) y administrarlo bien; y algo de dinero tienen que tener todos. Hasta Cristo tenía algo de dinero; pero el que lo llevaba y lo guardaba, era Judas”.
R.P. Leonardo Castellani, “El capataz camandulero”, en “Domingueras prédicas II”.
Del amor al prójimo.
“La participación afectiva, o sea, de la verdadera simpatía, es condición del amor a la humanidad; si no simpatizamos en forma habitual y continua con los prójimos, no podemos decir que amamos a la humanidad. Y el amor a la humanidad es condición y escala del amor personal a Dios y a la persona espiritual de nuestro prójimo...”
“Si no hay un amor real al prójimo, el amor de Dios es ilusorio. No podemos propiamente poner valores en el alma ajena, sino a lo más suscitar el movimiento ascencional del alma ajena. La persona es impenetrable, y quien la quiere hacer buena a la fuerza, o, mejor dicho, cuando la fuerza es vista como el medio principal para mejorar a una persona, lo único que se consigue es que la persona se rebele y cierre el alma. Lo primero que se puede y debe hacer es amar bien a la persona (y ese amor es el bien moral fundamental, según el Cristianismo) y así suscitar otro amor bueno, el cual también tiene fuerza ascencional. Eso es todo lo que podemos, y no es poco”
R.P. Leonardo Castellani, “Max Scheler”, en “Filosofía Contemporánea”. Inédito. La cita está abreviada.
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