“Yo no sé que va a pasar con el resto de la aristocracia que nos queda. Es decir, yo no sé que va a ocurrir con el predominio de las facultades superiores sobre las inferiores que es lo que configura al aristócrata, dónde irá a refugiarse lo que queda de esta aristocracia; porque la aristocracia es como un don de Dios, que siempre habrá de surgir; lo que no sé es dónde irá a refugiarse.
Los grupos de aristócratas están hostigados por lo que llaman la rebelión de las masas, es decir, por esa especie de epidemia de plebeyismo, esta contaminación y propagación que lo va invadiendo todo sin que se la pueda parar y que tiene a su orden los instrumentos de decisión y destrucción más grandes que haya tenido la historia del mundo, proporcionados por la técnica moderna, entregada al servicio del plebeyismo, de lo bastardo, de lo común, de lo ordinario, y de lo feo. Es como la vulgar caída en manos de una civilización comercial y logrera. El comerciante o mercader no es noble, sino por casualidad, pero de suyo no es noble. Siempre se han distinguido, los nobles de los mercaderes. El fin del mercader es ganar dinero y este fin -el 'lucro intangible'-, es poco noble, porque el lucro no tiene límites. Todas las cosas naturales tienen límites y son perfectas o tienden a la perfección cuando se conforman a su propia naturaleza; y el lucro por sí solo no se limita, y si no lo limitan desde afuera o desde arriba tiende a crecer enormemente, como un abrojal. Por eso siempre el mercader ha estado sometido a una clase superior que, porque los tenía, le imponía sus propios límites. El guerrero, por ejemplo, tenía una moral condicionada a su estado y se podía en consecuencia imponer estos límites. Pero ahora ocurre que el mercader es el que está blandiendo la espada del guerrero; está por encima de todo. El dinero lo dirime todo y el mercader por oficio está destinado al dinero. El mercader lo único que hace es cambiar las cosas, no crea nada. No se trata de que sea o no útil o inútil; humanamente es necesario. Los aristócratas de nacimiento, o los que se han hecho aristócratas por sus virtudes o por sus sabidurías en este mar de plebeyismo que se ha desencadenado en el mundo actual, suponen una vida de sacrificio, una vida heroica, una vida de triunfo sobre las propias pasiones; por eso en la Edad Media era tan considerado un sabio como un guerrero.”
Leonardo Castellani
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