Fuente: Alférez, G. Historia del Carlismo. Actas. Madrid, 1995.
Sobre la cuestión social se dice que es “grave problema que hoy agita al
mundo y mantiene en inquietud los ánimos y en desorden los pueblos. Antigua y
siempre pavorosa, el mundo pagano la resolvió con la esclavitud
de la fuerza, y el cristianismo con la esclavitud
del amor. La fuerza impuso el trabajo como el amor la caridad, y
la Revolución, volviendo a la tiranía por la libertad sin fronteras,
proscribiendo la caridad y la fe, ha engendrado el pauperismo que es la
esclavitud del alma y del cuerpo. El trabajo se ha convertido en
tiranía y el hombre en máquina.- Queremos protestar y redimirlo llevando
a la legislación las enseñanzas de la más admirable encíclica de León
XIII; aspiramos a que el patrono y el obrero se unan
íntimamente por relaciones morales y jurídicas anteriores y superiores a la dura
ley de la oferta y la demanda, única regla con que la fija la
materialista economía liberal, y pretendemos por tanto emancipar por el
cristianismo, al obrero de toda tiranía. Para ello ha de fomentarse la
vida corporativa restaurando los gremios con las reformas
necesarias; se necesita acrecentar las sociedades cooperativas
de producción y consumo, y conseguir que el Poder restablezca el
Patronato cristiano reglamentando el trabajo. Así cumplirá el Estado
el primero de sus deberes, amparando el derecho de todos y principalmente el de
los pobres y el de los débiles, a fin de que la vida, la salud, la
conciencia y la familia del obrero no estén sujetas a la explotación sin
entrañas de un capital egoísta, por cuyo medio, un monarca cristiano se
enorgullecerá, mereciendo el título de rey de los obreros”.
En relación con el desarrollo y
progreso material, estrechamente vinculado a la anterior cuestión, se manifiesta
que “Los tributos abrumadores y el caciquismo tiránico hacen
imposible la vida en los pueblos y determinan una doble corriente de
emigración entre nuestros sufridos y vejados agricultores, quienes en demanda de
pan y trabajo afluyen a las ciudades o abandonan la Patria como víctimas de una
política cruel, atropellados por todo, para buscar en América o en África el
sustento de sus desamparadas familias.- Preciso es atajar por completo y cortar
de raíz esta emigración de la desgracia, reformando algunas leyes
onerosas y rebajando las insoportables contribuciones que arruinan la
agricultura, la industria y la ganadería. Necesario es también
completar la restauración general con la de la tierra misma, repoblando
sus montes, roturando sus yermos y haciendo que las aguas de los ríos no corran
infecundas o exterminadoras. Renovados los Pósitos, han de fomentarse
las Ligas y Cámaras agrarias, los Bancos y las Cajas agrícolas, y así,
vencedores de su actual abatimiento, al amparo de municipios libres de
caciques, regresarán a sus hogares los desterrados por el fisco, y con
la mayor oferta de trabajo en las ciudades y la rebaja de las subsistencias que
produzca el aumento de la producción agrícola, subirán doblemente los jornales y
aumentará en proporción el bienestar de las clases labradoras. Podrá extenderse
a toda España la beneficiosa institución del Vínculo Navarro, con el
que, dentro de la competencia se logra abaratar el precio de las más necesarias
mercancías y librar de inicua explotación a los pobres, y reglamentando el
trabajo defendido por la Corporación y amparado por el Patronato,
tornarán el agricultor y el obrero a ser redimidos por la Monarquía de la
doble servidumbre moral y material en que la Revolución los tiene con el falso
nombre de Libertad”.
Gabriel Alférez
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